Por Ericka Pedrero
Uno de los pasatiempos de Carlos Carbajal, cuando tenía 10 años, era ver con su papá las luchas de la UFC (Ultimate Fighting Championship); como niño, le emocionaba observar peleas en las que prácticamente se valía de todo: codazos, golpes, llaves en el piso…
“Desde el primer día que lo practiqué me enamoré del Jiu-jitsu; me encantó porque es un deporte muy demandante mentalmente y tenía que estar siempre un paso adelante de mi contrincante”
Carlos siempre fue un niño al que le interesó el deporte; cuando no estaba ganando medallas en natación o jugando por varias temporadas fútbol americano, probaba participar en el equipo de básquetbol, e incluso alguna vez fue a clases de tenis, que abandonó al mes de iniciarlas.
Pero fue en la adolescencia cuando su amigo Arturo lo animó a que fueran juntos a una clase de artes marciales mixtas, en una academia que acababan de abrir cerca de su preparatoria.
Cinta Blanca
En esa ocasión, en 2010, solo había tres o cuatro academias de artes marciales mixtas en todo Monterrey. “Voy a la academia, a mi primera clase de prueba, y me enamoro completamente del deporte. En ese momento empecé haciendo artes marciales mixtas, que incluían Jiu-jitsu, un poco de Kick boxing y otras disciplinas”, cuenta Carlos, quien ahora es socio en la firma de abogados Treviño Mendoza.
Después de dos años de practicar artes marciales mixtas, en conjunto con el Jiu-jitsu brasileño, en 2012 decide cambiar su entrenamiento para enfocarse en el Jiu-jitsu brasileño, el cual practicó de lleno por ocho años continuos, hasta que llegó la pandemia (para quienes no saben qué es el Jiu-jitsu brasileño, es una variante del Jiu-jitsu tradicional que se inventó en Japón, el cual consiste en técnicas de agarre, como llaves y sumisiones a ras de piso).
Azul
El Jiu-jitsu dio un giro de 180 grados a la vida de Carlos Carbajal.
Después de estar de lleno en varios deportes cuando era niño, los había abandonado, y había empezado a fumar debido al ambiente social.
“En retrospectiva, puedo decir que el Jiu-jitsu cambió mi vida, aunque en ese momento no me di cuenta: dejé de fumar, me puse las pilas en la parte física, bajé mucho de peso, agarré mucha fuerza y me hice muy disciplinado; no podía perderme el Jiu-jitsu por nada del mundo, incluso el día de mi graduación de carrera, fui a entrenar y luego me fui a la ceremonia”, recuerda Carlos con orgullo.
Morada
“Lo que me atrajo del Jiu-jitsu fue lo demandante que era mentalmente”, comenta Carlos. A nivel competencia se ve como un deporte rudo, pero realmente es noble y “friendly”; hay quienes llegan para ser peleadores profesionales, pero también quienes van solo por hacer deporte, para mantenerse saludables o practicar defensa personal, platica.
Hay niños, mujeres y hombres de todas las edades. Según Carlos, “es una actividad que te da mucha seguridad porque te ayuda a defenderte… La seguridad que les da a los niños es inmensa, hay quienes entran por hacer ejercicio, porque son hiperactivos y no los pueden controlar en casa o porque sufren bullying, pero después de practicarlo les cambia todo”.
Café
La constancia, la disciplina y ese ‘fast thinking’ de tener que ir siempre un paso adelante del contrincante (tal como ocurre con el ajedrez) son las enseñanzas más valiosas que ha dejado el Jiu-jitsu a Carlos, las cuales aplica en su vida diaria y a nivel profesional.
“Después de ser un chavo de prepa informal, acabé estudiando Derecho. El deporte me convirtió en un chavo disciplinado y formal, pues así como en el Jiu-jitsu tenía que entrenar todos los días para tener técnicas específicas, entendí que a nivel profesional también debía ir un paso adelante de mis compañeros, entonces desde el primer semestre de la carrera empecé a trabajar en un despacho”, recuerda.
“Escuela, Jiu-jitsu, trabajo”, era la rutina de Carlos Carbajal todos los días.
Negra
En 2013, Carlos Carbajal cambió las artes marciales mixtas para enfocarse solo en Jiu-jitsu. En este tiempo había menos de 30 cintas negras en México y poca gente conocía el deporte.
En menos de ocho años pasó de ser cinta blanca, azul, morada y café, hasta alcanzar la cinta negra en febrero de 2020.
Si bien la presencia del deporte ha crecido en el país, hay cerca de 150 cintas negras en México y Carlos tiene una de ellas.